Photography by Juliette Contin at The CMA
03 de octubre del 2021
Si en este momento alguien llegase y les preguntara, ¿Cómo presentarían su vida si fuesen un museo? ... Ustedes, ¿Qué tipo de museo creen que serían?
Por mi parte, ha de confesar que últimamente me he visto involucrado con ciertas obras y exhibiciones. Como si me viviese cada vez, en aquella piel fantasiosa de los artistas y pintores.
La mayor parte de mi vida, el arte siempre me ha traído vastas experiencias de sensibilidad con las cosas. Tanto así, que cuando empecé a entrar a la adolescencia, cada jueves, luego de ayudar en el trabajo familiar, me acercaba a la biblioteca del barrio para ojear los libros de pintura.
Sin importar el tiempo, desde el barroco al expresionismo, me devoraba cuanta página podía. Algunos me los llevaba a casa, y otros me los leía en la mesa 5.
Cuando cumplí los 11 años, la bibliotecaria, que le llamábamos "Gogo", por su gusto a Goethe el poeta, me regaló mi primer libro de historia del arte. Ya sabía ella que no encontraba muchas amistades ahí afuera, y que generalmente frecuentaba ir en la soledad. Pero tal excéntrico se ve el puente entre el humano y el arte, que hasta en la ilusión se encuentra compañía.
Mientras miraba cada pintura en el libro, intentaba anotar en una libreta, lo que cada obra me hacía sentir. Lujuria, miedo, amor, sorpresa, deseo o tristeza. Dependería del autor y del estilo, pero todas me hacían sentir algo. Toda pintura tenía una historia por contarme. Y fue en ese preciso momento, en que me encontré con El juicio final de Michelangelo Buonarroti, con sus múltiples contrastes, símbolos y secretos ocultos, que a través de mí, entendería que podría personificar en arte a quien yo quisiera.
Y desde ese momento, me hice una promesa. Que si alguna vez no pudiese entender algo en mí, le daría respuesta a través de cualquier forma literaria. El vestigio de esa promesa que me hice, aún sigue estando en cada cosa que hago; por eso, todo yo, soy arte.
En la medida que la terapia atraviesa ambos roles, me encontré en el reflejo de mis pacientes, que todos también somos arte. Porque hasta ahora, me doy cuenta que el humano creó los 7 tipos de arte, sin saber que en todos se estaba plasmando a sí mismo. En la danza y en la música. En la escultura y en la pintura; la arquitectura, la literatura y el cine, desde todos y para todos, nunca se ha necesitado un sentido en específico, para percibir todos los otros.
Más que nunca, en este punto de lectura interna, me veo, y nos veo como lo que verdaderamente somos; museos. Somos un museo de experiencias y recuerdos. Hay galerías nuevas, y otras viejas. Hay cuadros y exposiciones, que por su tiempo, deben ser cambiadas por su antigüedad. Hay salas para cada momento de nuestra vida. Las salas que no visitamos tanto, y las otras que acudimos de primera. Aquellas que son los recuerdos del sufrimiento, de las penas, lo que nos afectó y aún dejamos ver en otros. Y no podemos pretender no exponerlas, porque eso también fuimos, hace parte de la historia del museo. Sin esas pinturas, no seríamos lo que somos ahora. Pero también están las otras salas, los otros cuadros; los más amados, los más importantes, los más vistos y los más visitados; los del éxito, los de la felicidad, los de la compañía, los de los logros. Las que nos siguen dando la exacta muestra de motivación diaria para abrir.
Están las salas que nunca se presentaron también, y fueron la de la fantasía. Lo que pensamos, soñamos, lo que nunca pasó, pero que estuvo dando una ilusión por encaminarnos a donde estamos.
Todas esas emociones que nos hacen sentir las pinturas, eso también hacemos sentir a quienes nos conocen. El costo de entrada es la confianza, y su apreciación, la intimidad. La verdadera posibilidad de ser libres, se encuentra en cada obra que exponemos a voluntad.
También podremos anunciar los proyectos que se han de presentar en nuestro encuentro personal. Las experiencias y las ilusiones puestas en otro formato de exhibición; los propósitos y metas que esperamos cumplir.
Llegamos a ser el más grande museo andante. Tenemos bóvedas repletas y llenas de cuadros, pinturas y distintos modelos de representación de vida. Cada experiencia, como cada recuerdo. Cada enseñanza, y consejo, todas han de estar ahí expuestas. Lo que nos alegró y nos dolió. Los lugares donde estuvimos y con quiénes hemos estado.
Sin embargo, y en medio de todo, habrán obras que van a quedar por siempre. Incluso, una vez cerrado el museo, le replicarán otros, y esos otros, a otros. Sus obras, sus vidas, seguirán siendo recordadas por conocidos, amigos, familiares, y todo aquél que atravesamos.
Y cuando ese momento llegue, probablemente el meollo de nuestra culturalidad futura, sea el eco de las obras que allí se presentaron. Un patrimonio para la humanidad, es ser recordado. Lo que Goethe decía, inmortalidad. Entre todo, y cavilando de mi analogía teatral, el imperativo de vida, les recuerdo que es "vivan".
La pregunta, esta vez, se las hice al principio.