"Nunca se está lo suficientemente seguro. Se está lo suficientemente emocional."
Existir, en efecto, es como una pieza de barro: hermosa y frágil a la vez. Así pues, todo lo que existe es importante, y también frágil. Los humanos somos la más perfecta creación de figuras hechas en barro. Y como todo objeto creado, llevamos algo de nuestro creador, quien se cuestiona a sí mismo hasta que encuentra la respuesta cuando todas sus creaciones se unen por propósitos conectados.
Uno duda de sí mismo hasta que encuentra el propósito en otros. Esa es la referencia de cuando uno halla un sentido existencial: en el otro y en beneficio mutuo. Ese es el espejo del encuentro consigo mismo. ¿Quién no se ha perdido y se ha encontrado en otros?
No existe ser en el universo que no haya creado ya algo. Vivirse es un acto de creación diario. Por eso moldearse es adaptarse a la vida, o más bien, es una consecuencia clara de vivir. No solo es una necesidad, sino una obligación por naturaleza.
No somos como el barro; somos el barro mismo. Al principio, serán manos ajenas las que nos encuentren y nos den un nombre. Nos amasarán, nos mezclarán con otros elementos y nos formarán en una pasta. Luego nos irán dando forma, y hasta que quién nos haga sienta que estamos listos, nos pondrán un nombre. Una vez nombrados, identificarnos será el resto de nuestro trabajo.
Somos artesanías andantes. Somos piezas preciosas. No para todos, pero sí a merced de todos. Solo nos sabrán utilizar quienes conozcan más allá del material, y quienes adornen sus hogares mentales con nuestra presencia artesanal.
Nos ajustamos en diferentes formas a medida que existimos. Quitaremos excesos por el peso, o nos pondremos de más por lo livianos. Pasaremos por varios procesos, por varias etapas y hasta por varios cuerpos en la alfarería del universo.
Una masa arcillosa orgánica, con venas que son grietas, y un recipiente hueco para ser llenado de emociones. Hechos de agua y tierra, aspiraciones y penas. Cubiertos de tejidos terrosos, pero firmes en ideales.
¿Quién dijo que conocer de qué estamos hechos y moldearnos es sencillo? En el taller de hacernos, unas piezas y formas pueden tardar una jornada. Otras, años en poder completarse. Surgirán nuevas sentimientos, sensaciones que recién saldrán del horno, y pensamientos que darán encaje y conexión con situaciones de vida.
A veces el barro necesita presión y altas temperaturas. Eso hace parte del proceso. No puede negarse, ni evitarse.
Nos daremos cuenta que nos quebraremos y nos quebrarán. Aún así, es reconfortante saber que podremos rehacernos nuevamente. Fundimos las partes rotas, las pasamos por la limpia agua, y estarán listas las diversas pastas para pegarse a nosotros con un nuevo sentido. Para ser más concreto: el barro suele quebrarse sin hacer tanto ruido, así como nosotros. Sin embargo, nunca lo sabremos hasta que llenemos el recipiente con algo, y notemos que nos estamos regando y vaciando más rápido de lo común, cuando nada nos llena.
Quien diga que hay moldes está en lo cierto. Pero quien diga lo contrario, también lo está. Si bien existen ciertos tipos de barro, las posibilidades son infinitas para hacer diferentes artesanías con ellos.
Una de dos: o hacemos nuestro propio molde, o permitimos que otros nos moldeen siempre. Aunque, para este postulado, hay una tercera opción: encontrar el equilibrio en hacernos y adoptar lo que nos beneficie del ambiente.
La fragilidad de lo importante.
¿Por qué tendremos que quebrarnos para saber cuánto debemos de importarnos? Esa pregunta sigue siendo el enigma del arte de forjarnos. Y aún así, eso no significa que haya existido un daño. Significa que hemos adoptado especial para adaptar el material y crear resistencia.
Las grietas, en ocasiones, permiten entrar luz donde antes no llegaba. Nos llenan de oxígeno y dejan que un nuevo ecosistema nos habite y viva dentro de nosotros. Por eso, también es importante entender las grietas y aprender a trabajar con ellas. Merecen más respeto que cualquier otra forma expuesta. No temen mostrar lo rotas que están, y lo valerosas que siguen siendo por permanecer.
Bien se conoce la superficie de la obra, pero poco sabemos de las grietas que tuvo. De cuántas veces se quebró y se volvió a hacer. De las formas que tomó con el tiempo y lo que ahora muestra su reflejo.
¿Por qué seguimos sin percibir lo bello y efímero de existir? Vivir es importante, y aun así, tan frágil como para morir en cualquier momento. Amar es importante, e incluso es más frágil que el odio. Confiar, por ejemplo, es una pieza que tarda meses en hacerse, y tan frágil como la traición para romperse en instantes.
Hay cosas que concebimos que no son tan importantes hasta que ya no las tenemos. Es entonces que me reivindico con mi hipótesis primaria: un síntoma para saber si algo es importante es identificar qué tan frágil es para nosotros y qué tanto lo cuidamos.
Soy de esos que creen que uno se hace y se deshace. Múltiples manos nos tocarán y harán de nosotros una obra hecha de experiencias. Las manos suaves de la alegría, y las rasposas de la tristeza. Las duras y toscas de las renuncias, y las finas y delicadas de las ganancias.
Las que son intermitentes, como las enseñanzas, que durante toda la vida nos estarán tocando para luego irse cuando ya hayamos aprendido de ellas.
¿Cómo es que no logramos concebir lo etéreo del mundo?, ¿la impermanencia y lo frágil de lo que tenemos?
Sería más fácil que esta discusión se formara en torno a algo que no tuviéramos, pues no sabríamos si es frágil o no, al no haber interactuado con ello. Aún así, la discusión no acabaría ahí, pues estaríamos apenas en la antítesis de la tesis principal: ¿por qué entonces no reconocemos lo frágil y efímero de lo verdaderamente importante que ante nosotros abunda?
Algo es claro: el ser humano siempre aprende desde la dicotomía de las cosas- en la abundancia y en la escasez- pero rara vez valora cuando está en el intermedio de ambas.
Debemos tocarnos con sensibilidad, siempre por nosotros mismos. Luego, al saber qué merecemos y cuánto esfuerzo invertimos en hacernos, permitir que el otro nos toque con respeto y admiración.
Nunca estamos terminados. Siempre estaremos en constante transformación y cambio. Nuevas piezas se montarán en nosotros y nuevas arcillas se unirán para moldearnos.
El barro, la vida. Nosotros, el objeto. Y el arte, el propósito que hagamos de nosotros.
En algún momento nos ahogarán las aguas del tiempo y moriremos desvanecidos. Sin embargo, ya tenemos la certeza, al estudiar a los seres de barro de que los que hablo, de que nuestra tierra será la base para forjar otras piezas existenciales. Artesanías que serán otros seres, y personas que habitarán nuestros moldes invisibles.
Qué particulares seres son los humanos: preocupándose tanto por no romperse, sin entender que la mayor parte de la vida son piezas rotas uniéndose.