Photography by Cottonbro.
1 de diciembre del 2021
A veces es más fácil digerir una pastilla, que un pensamiento.
"-Señorita, ¿Y esto cada cuánto se tiene que tomar?- Joven, tiene que leer las indicaciones; ahí le dice qué, cuánto, cómo y cuándo-".
Salía yo confundido de la farmacia, como de costumbre por esos días. Con una bolsa de "Dulcetillas", como le decía mi tío Aimar a las pastillas; ah, y en la otra, un montón de recetas y garabatos.
De camino al bus, me pregunté llegando a la estación, ¿Uno cuántas pastillas se habrá tomado hasta ahora?, o mejor, ¿Cuántas palabras habrá dicho y escuchado en lo que se lleva viviendo?
Antes de montarme, vi una valla anunciando un nuevo fármaco; siempre se le ven sonrientes a las personas que viven en esa imagen publicitaria. En tanto, luego de incorporarme en la silla, me imaginé toda la publicidad pero cambiando el nombre de este, por otras palabras. "La nueva (vida que quieres llevar) está al alcance de tus manos. Este (punto de inicio), te ayudará a sobrellevar cualquier dolencia que tengas en el cuerpo", y me asusté cuando terminé de fantasear, porque tenía más lógica el cambio con las nuevas palabras, que con el nombre del producto; para un cóctel de pastillas, mejor un juego de palabras, pensé.
Una vez dentro, empecé a leer la fórmula o aquél nuevo diccionario. Que Fluoxetina de 20mg todos los días, cada 8 horas. Sertralina de 25mg, en las noches para que pueda dormir, vitaminas de las cinco primeras letras del abecedario y lo otro no lo terminé de leer pero decía que 30 pastillas. Después de reírme, me di cuenta que quería más, aprenderme las palabras de todo el abecedario, que tomar pastillas de todo un recetario.
Mientras leía y cambiaba de hojas, me percaté que un señor me miraba con curiosidad; sonreía cada vez que yo le alzaba la mirada. Para ese momento, yo sólo mantenía ese pensamiento invasivo de preguntarme cómo un adolescente de 13 años empezaría a tomar pastillas para la ansiedad.
Después de la segunda parada, el señor sin más, se levantó y me preguntó, "Hijo, ¿Usted se imagina que todas esas pastillas fueran palabras de aliento? - a lo mejor y este mundo se vuelve más sano de la cabeza". Sonriendo una vez más, y dirigiéndose a la puerta de atrás, me puso la mano en el hombro y se despidió con un "Que le vaya bien". Al final, sólo alcancé a ver que traía una bolsa de pastillas con el mismo dibujo de la farmacia que la mía.
En la célula del lenguaje, las palabras y los pensamientos, son como los fármacos y las pastillas. Hay personas que se toman las palabras con agua para que sea más rápido y menos incómodo, como los insultos, las palabras hirientes, o aquellas que nos hacen recordar algo traumático. Otros, con la pura baba ya se acostumbraron a pasarla así; seca y sin tanto preámbulo, acostumbrados a la realidad y dispuesto a la sana verdad. Pero si algo ha de ser cierto, es que cualquier palabra, como fármaco, va hacer efecto.
Como las palabras, las pastillas y los fármacos, por pequeños que sean, no llegamos a comprender el poder que tienen, hasta que entran al organismo y comienzan a distribuir toda su sustancia. Así como las palabras, por conjugadas, sustantivas o verbalizadas que fuesen, tienen una enorme carga simbólica en nuestro ser; porque eso somos, seres hablantes y pensantes.
Píldoras amargas al digerir, y otras que ni se sienten. Como también, existen palabras y pensamientos difíciles de masticar; amargos. Hay otros, que hasta saben dulce del bien que nos hacen; tan bien caen algunas de esas palabras al organismo, que pueden cambiar el estado de ánimo y la configuración del pensamiento en el sistema psíquico. "Gracias", "De nada", "Aquí estoy", "Estamos juntos", "Perdón", "Se puede solucionar", "Ya pasará", "Tú puedes", "Deberías sentirte orgulloso", "Lo lograste", "Sé que estás trabajando fuerte en esto", "Valió la pena", "Te felicito", "Eres importante para mí", "Aún puedes", "Qué bien lo estás haciendo", "Vas por buen camino", "No tengas miedo en fallar", "Inténtalo, saldrá bien", "Ánimo, ya casi", "Eres increíble", "Si no es hoy, mañana puede ser", "Eres tan valioso como cualquier otro", o "Me inspiras a ser mejor".
Estas pastillas son las que mejor nos hacen sentir; y eso que apenas son un tipo, ¡Porque son un montón! Y adivinen, gratis, sin ningún efecto secundario, más que el de sentirse más seguro de sí mismos con el tiempo.
Así es cómo se debería seguir el tratamiento farmacovocal, como yo le llamo; digerirla mentalmente, absorberla emocionalmente y expulsarla verbalmente. Palabras de aliento, de motivación, de amor y de sinceridad. Para mí, antídotos contra la ignorancia emocional.
Hay palabras, como píldoras, que ayudan día a día a mejorar; o en su defecto, a empeorar. Claramente, las adversas a la salud, empeoran o tienen efectos secundarios severos, como las que se ingieren sin receta. Estas son las que se toman en propiedad o suyas, aquellas palabras que no van dirigidas hacia uno.
Los placebos también ayudan, pero sólo superficialmente. Se pudiesen llamar o comprender como "Suposiciones". Un placebo se explicaría fácilmente como aquella medicina que no posee ningún principio activo para solventar tal dolor o enfermedad; una pastilla fantasma. Sin embargo, esta sirve para discernir la efectividad de otros fármacos en esa respuesta humana de aceptar o no el fármaco. Ahora bien, sé que se lee confuso, pero piensen. Así como las pastillas, funcionan los pensamientos y tales suposiciones.
Cuando acontece alguna situación, el -suponer- ayuda a darte una respuesta ante cualquier incógnita. Sin embargo, esa no es la entera realidad, puesto que es lo que tú "crees", más no lo que genuinamente acontece. Les daré un ejemplo sencillo. Cuando te engañas a ti mismo al estar triste, evadiéndolo y tomando la suposición de decirte que estás bien. Un placebo y una supuesta solución verbal rápida, pero no tan funcional o efectiva.
Ahora bien, el ser sincero consigo mismo y auténtico con su sentir, hace de eso, el fármaco más poderoso. Tomarse o ingerir palabras más verdaderas cómo "Sé que estoy así, pero también sé que quiero estar mejor", "Soy esto, pero también soy lo otro", o "Quiero escuchar, aceptar y transformar lo que me está pasando"... Estos sí son fármacos verbales saludables.
Al igual que los fármacos, las palabras, si no se está preparado para la dosis adecuada, o incluso para recibirlas el organismo, pueden caer fatal. Marearse, sentirse aturdido, desorientado, producir cefalea y hasta sudor. Así mismo, ciertas palabras también crean el mismo efecto al ser escuchadas o leídas. Aquellas que vienen sin que uno las prevenga, las intrusivas y sobre todo las que siguen haciendo eco en el pasado.
Tanto las medicinas como los pensamientos, se deben ir adecuando y aceptando poco a poco en el organismo. Está claro, uno corporal de forma farmacológica, y otro mental, de forma psicológica. Pensándolo bien, quizá y eso también sea yo como profesional en salud mental; proveedor de dosis verbales, farmacéutica andante de la palabra y recetador de fórmulas mentales.
¡Ja!, ¿Pastillas para la memoria? repítete una y otra vez una palabra, ¿Medicina para la motivación? Créase sus pensamientos. Y, ¿Píldoras para sentirse mejor emocionalmente? Sea sincero con su sentir y dele valor a lo que hace.
Les recomiendo tomarse en las mañanas 500mg de "Amor propio". Si se lo toman constantemente, les hará efecto muy rápido. En la tarde, pueden dividir otros 1000mg entre las tres comidas del día; desayunar con un "Sí quiero y sí puedo", almorzar con "Estoy mejorando para ser la mejor versión de mí" y después de la cena, pero antes de acostarse, "Gracias, porque sé que mañana será aún mejor".
Cuando llegué a mi casa, mi vecino Edilio me preguntó cómo me fue reclamando las pastillas. Le conté todo lo que me pasó, y lo que pensé del intercambio de palabras por las pastillas. Después de acabar la historia, me respondió risueño, "Oíste, pero no ves que las palabras son sólo sonidos y ya". Me reí también, y asentí porque en parte, era verdad. Al terminar la conversación, me dirigí hacia la tercera casa de al lado que era la mía... pero llegando a la esquina, volteé y le grité, "¡Pero los sonidos también hablan, Don Edilio!"
Y ustedes... ¿Qué tratamiento quieren empezar a consumir?