Nacemos fragmentados, para vivir complementándonos. Esa es la necesidad de descubrir, y no de cubrir; reconocernos en la comodidad y la incomodidad.
En el ejercicio de humanizarnos y deshumanizarnos, existirán acompañantes que nos enseñarán, no el camino, sino caminar.
Estas compañías no tienen formas, porque son conceptos. Tampoco se explican solas, porque nosotros las significamos. Unas nacerán contigo, y otras las tendrás por temporadas. Algunas serán intermitentes, y otras se quedarán por siempre. Sin embargo, unas las verás una vez, y otras al final del recorrido.
Cuando las encontré, esto fue lo que me estuvieron diciendo:
"Perdóname", me dijo el enojo.
"Escúchame", me argumentó el silencio.
"Despacio", me advirtió el ego.
"Siénteme", me susurró la espiritualidad.
"Encuéntrate", me aconsejó la soledad.
"Decídete", me comentó el miedo.
"Aprenderás", abrazándome me dijo el duelo.
"Persígueme sin esperarme", me comentó la ilusión.
"Úsame con cuidado", me habló la mentira.
"Estuve, pero nunca más estaré", me refirió el remordimiento.
"Cuídate cuando no esté", despidiéndose me expresó la inocencia.
"Presta atención", me movió la prioridad.
"No todo es lo que parece", me exclamó la palabra.
"Seré siempre la respuesta", me dialogó el amor.
"No corras", me charló la muerte.
"Aunque ya no esté, haz que te recuerden", me platicó el tiempo.
"Abrázame", me imploró el rencor.
"Seré una necesidad, si no te habitúas a mí", me recalcó la autoestima.
"Conmigo encontrarás muchas oportunidades", me debatió la frustración.
"Somos muchas", riéndose me explicó la verdad.
"Llegaré cuando menos me necesites, y me iré cuando me aceptes", me esclareció la ansiedad.
"Creceremos juntos", mirándome me refirió la felicidad.
Y al final, con una mano en el hombro, "acéptame, te sorprenderé", me aclaró el cambio.
Sé que vendrán más, y espero que nos encontremos la mayoría.
Algunos fenómenos se han de entender de adentro hacia afuera, y en ocasiones, de afuera hacia dentro.
A veces, una cosa se explica con otra cosa. Explicamos el ruido, porque existe el silencio. Explicamos el remordimiento, porque existe la valentía... así nos reflejamos en el otro, y nos servimos de reflectar a otros. El otro se entiende en lo que me proyecta, y yo me confronto en lo que introyecto. Esa es la primera respuesta de cómo nos humanizamos, con escrutinio; pensándonos y reflexionándonos.
Me comprendo para comprender, y me conozco para conocer; porque nacimos fragmentados para completarnos, pero también para contemplarnos.
Si estamos entre sinónimos y antónimos, ¿quién más nos reconocerá como sujetos, sino es el verbo "ser"?