"¿De quién es un objeto y una cosa?, y ¿hasta qué punto somos realmente los dueños de estos?"
El universo de los objetos y las cosas tiene mundos inexplorados. Cosificar objetos y dotarlos de significados, habilidades y vidas, es algo en lo que nos hemos empeñado desde ya un buen tiempo en el arte; animando historias con metáforas y analogías... haciéndonos creer que todo puede y es creado a nuestra imagen, como semejanza.
Tal parece que se puede explicar mucho más de la posesión si uno entiende las virtudes del objeto, y más que racionalizarlo, intentar entender su funcionalidad. Eso quiere decir que los propósitos guían nuestra existencia, y a su vez, la existencia de todas las cosas que nos rodean, ¡ah, el ejercicio de querer humanizar todo!
Ahora, para entender cómo nos relacionamos con los demás, también debemos preguntarnos cómo nos relacionamos con nosotros mismos, y así mismo con nuestras múltiples formas de irnos dejando en el mundo. Una de esas, las huellas en los objetos y cosas que poseemos.
Es evidente que hay una rica y nutritiva discusión entre si nosotros contamos las historias de los objetos que posemos, o si ellos cuentan nuestra historia por los tipo de objetos que tenemos. Particularmente sería, ¿uno es sus objetos o los objetos son uno?
Por supuesto que serían ambas; una complementa la otra. Y es que escindir tal relación que tenemos nosotros los humanos con los objetos, y tratarlas por separado, serviría solo para explicarnos a nosotros mismos desde otra posición.
Describamos pues la acción de "poseer" a través de sus preguntas, cuan ejercicio mayéutico. Así, las respuestas se alimentarán de percepciones y subjetividades que si algunas confluyen, quizás sean las más acertadas formas de entenderlos.
¿Poseer algo es darle un nombre o es darle un lugar a algo en los símbolos de nuestra mente?; ¿es nuestro porque lo guardamos, o porque le damos un valor en nuestra vida?
Ahora bien, ¿Es más del que las nombra o del que las crea?; ¿se crean porque las nombre como mías, o el que ya tengan un nombre representan propiedad de alguien?
¿Cómo uno se adueña de ellas?, ¿cómo saber si un objeto lo toma a uno o uno lo toma a él?, ¿quién elige a quién? He ahí un dilema de afectividad.
Y de tanto racionalizar el término "poseer", se engendra la nueva idea de si ¿realmente hay algo que sea de uno? Porque entraríamos en el debate de qué es cuando se apropia, y qué es cuando se crea. Qué es cuando se hereda y qué es cuando se emula.
¿Si lo creo es mío?, o ¿si me apropio de algo sin ser su dueño, se convierte en algo de mí?
Crear o tomar, modificar o transformar, ¿qué pretendería ser la "originalidad"? Pareciera ser que consta de imprimir algo de uno en una cosa ajena de primer momento. En tanto, ¿es original cuando lleva la marca de su creador o del primero que la reconoció?
Cuando uno siente algo con el objeto, ¿será una posible respuesta para acreditarse como su dueño?; ¿cómo saber lo que verdaderamente no puede ser quitado de sí mismo?
Lo que no puede sernos arrebatado es lo que indiscutiblemente de uno sale. Lo "aprendido", lo "sentido", lo "dicho", lo "pensado", lo "interpretado". Y es entonces cómo hemos llegado a un punto clave. La realidad es que hay cientos de formas en cómo adquirir un objeto o cómo adueñarse de él. Cómo ser su dueño, y cómo tener objetos compartidos; habiendo múltiples dueños.
Será tal vez que si uno se adueña de algo, ¿le dará o le quitará más libertad?; ¿será lo que el dueño quiera de él, o lo que el objeto ya es?
Sí que es cierto que en la cosificación de la vida hay ciertas cosas que no se pueden comprar, ni vender. Y siguiendo la línea de la adquisición tradicional, nadie es dueño de lo que es de uso público.
¿Quién compra una "emoción"?, si aunque expresamente se sabe lo que es, cada persona la vive diferente. Uno ofrece puentes para vivir una sensación, mas no puede ser trasplantada la sensación.
Por ejemplo, las palabras. ¿Puede uno poseer una palabra o son del que las usa?
Si las palabras lo poseen a uno, entonces uno es el que se vuelve el objeto de. Sin embargo, y con todo lo expresado anteriormente, somos más significados que palabras.
Si de inmortalidad hablásemos, ¿qué se lleva uno con objetos ajenos? y ¿qué se llevan de uno con objetos prestados o regalados?... ¿Acaso se llevará la historia del dueño o quizás de los usos que le dio al objeto?
Si "posesión" es igual a "dueño", ¿puedo poseer algo sin ser su dueño? o ¿el condicionante aquí, necesariamente es, tener un título?
¿Pesará más quien tenga el título, o quien mantenga al objeto vivo?
Y como todo final, cuando el telón baje, cuando la música amengüe y el silencio dé cabida al deceso de la vida... cuando se cierre nuestra primera y reconocida existencia... ¿también morirá la posesión del objeto?, o ¿adquiere otro dueño sin dejar de pertenecerle alguna parte al anterior?
¿Muere el objeto con uno?, o ¿la muerte independiza al objeto?
Con el tiempo aprendí que la relación que se tiene con las preguntas que no tienen respuesta es disfrutando de pensarlas, viajar con ellas en la travesía de comprenderlas, pero sobre todo es no tratar de responderlas.