"Serás lo que yo nunca fui, pero quise ser. Cuidarás de lo que los demás quieren que seas, pero derrocha tú lo que genuinamente deseas actuar"- diría el titiritero a su nueva creación.
Las marionetas fueron creadas para ponernos en otra vida. Crear una vida a partir de la que ya hemos vivido; solo que conociendo el principio y el final, sin morir aún. Aunque pudiendo morir muchas veces, poder renacer en otras más.
Todo es una marioneta, basado en otra marioneta. Cuando el destino se perdió por buscarse a sí mismo, nos dejó las cuerdas al aire. Lo nuestro ya está vivido y puesto en la obra de teatro, pero nosotros somos los actores, y las marionetas el reflejo de nuestras acciones.
Actuamos y nos dejamos llevar por hilos de amor y de odio. De exceso de apego o de deficiencias de ilusiones. Aquellas cuerdas de la lógica, y las otras que se resisten desde la emoción. Sin embargo, hemos encontrado que la respuesta no son los hilos, sino cómo los movemos.
¿Qué y quién es lo que nos hace sentir vivos?, ¿lo que nos crea o los hilos que nos mueven?, ¿es cuando la vida decide mover nuestros hilos, o cuando hacemos mover los hilos de la vida?
Solo cuando reconocemos nuestros hilos y qué nos impulsa o nos arrastra, solo, y solo así, seremos conscientes de nuestro propósito en la obra. Armaremos nuestro propio guion y la descripción de los personajes que a nuestra vida teatral entrarán.
La escena no se acaba hasta que se acabe. Y por lo pronto, será recogernos los hilos y volverlos a ubicar en su lugar para que nuestro acto tenga un sentido cada vez que nos enredemos o nos los corten... porque tejer en otras vidas y rodar en obras ajenas, es lo que nos hace existir.
Pero lo que más pensamos las marionetas, es que una vez nuestro espectáculo haya terminado, dejaremos en cada otra con la que compartimos el escenario de la vida, hilos e hilos de recuerdos.
Así es nuestro universo hilado; nos mueven y movemos vidas. Ese es el propósito de nuestra existencia en el teatro del destino.