"No todo lugar divino y hermoso puede ser habitable. La cálida fantasía, aunque bella, es invivible por más de dos vidas."
De ella sabemos poco, pero la usamos mucho. No sabemos de dónde vino, ni su principio. Y seguramente no la veremos morir, porque no puede morir algo que fue hecho para vivir de nada y a la vez de todo.
La ilusión. Recurrimos a ella para habitar otro espacio mental. Una realidad hecha a la medida, con ajustes al deseo y terrenos perfectos.
Le han llamado de muchas formas porque se transforma, se adapta y toma de otros para vivir. Espejismos, fantasías, imaginaciones, rumiaciones, así es como algunos le conocen... al fin y al cabo, cada quién ve lo que quiere ver, o lo que le sirve para intentar ver.
Esta no pretende ser una falsedad, y tampoco una verdad. La ilusión es un ecosistema que creamos para vivir en una realidad menos dolorosa y existencialmente adecuada para sobrellevar vidas o muertes. Ganancias y pérdidas.
Después de una exhaustiva búsqueda interna, nos dimos cuenta que tiene una característica de transversalidad. Se abastece de cargas virales que la mantienen viva; como el apego, la melancolía, la esperanza, la frustración, la pasión, los vacíos, el cariño o incluso el rechazo.
La ilusión siempre estará porque nace de la necesidad. Y como somos seres de necesidad, intentaremos siempre rellenar huecos emocionales, sociales, familiares, espirituales y existenciales.
Así como la soledad, la ilusión. La soledad nunca se sintió tan sola como cuando le tocó explicarse ante otros. La soledad no es nada, sin el otro que acredite su existencia. La compañía necesita a la soledad para saber valorar las relaciones interiores. Y la ilusión a la necesidad de cuestionarse.
La esperanza impulsa la ilusión, pero también la destruye por dentro.
Para ejemplificar lo inhabitable, se hace alusión a cuando la vida intentó pensar que volvería a estar con la muerte, y la muerte deseó que la vida la buscara. Ilusoriamente les da ánimo para querer encontrarse, pero sabiendo que nunca se sabrá con certeza. La ambivalencia también de la ilusión; a veces se cumple su deseo, y a veces no.
Entonces, podemos inferir que la ilusión también es un aliciente para algunos. Es un canal que muestra deseos, un catalizador de emociones. Tal parece que pretende exhibir y desnudar una idea para ser consumida con el tiempo y dar así la suficiente entereza para alcanzarla.
Es inhabitable porque no se puede vivir siempre en ella. Nos ahoga porque no respiramos lo real. Tiene terrenos artificiales que al estar mucho tiempo sobre su superficie, resulta intolerante cuando se vuelve al mundo original. Y con tiempo, nos cegará y agobiará al darnos cuenta que lo que está allí, muestra un deseo, pero no una necesidad.
Y siendo así inhabitable, no logramos concebir cómo siempre volvemos a ella... para habitarla unos cuantos segundos, desearnos en otros minutos e incluso vivir ilusamente por unas horas más en la perfecta, armoniosa, preciosa pero sobre todo otra limitada realidad.