¿Cómo explicar algo si no es primero por lo que lo constituye, y luego por lo que representa?
"Persona" y "cualidad". El ser humano está lleno de conceptos e ideas vivas. Que aunque todas nacen, no todas viven por siempre.
Para acercarnos un poco al entendimiento de la personalidad, es importante no deconstruirla, sino conocer cómo se estructura y por qué y para qué forma nuevas cadenas.
Esta puede intentar explicarse y entenderse, pero nunca debe limitarse, ni relucir un único postulado de ella. Todas sus partes la definen, y el escindirla solo se valdría para revisar cómo se formó, más no para fragmentarla.
La personalidad no cambia, modifica ciertos rasgos de ella. Se dejan hábitos por otros, y se reensamblan ciertas piezas psíquicas por otras.
No puedes no ser ya, porque ya lo fuiste. Sigues siendo lo que fuiste y algo más. Por eso se dice que las primeras veces solo pasan una primera vez, ya que nunca se volverá a pensar y sentir completamente como fue. Lo que sí puede cambiarse es la decisión de aceptar o no estas nuevas formas de personalizarse.
Es algo vivo; que se nutre, que se cuestiona, que se adapta y que habla a través de sí misma y del cuerpo. Como un bibliotecario que busca un escrito y postulado en la inmensidad de todas las historias que ha ido recopilando en su biblioteca.
Los recuerdos como libros, edifican a la personalidad. Y aquellas nuevas impresiones, ingresan como complemento del librero para seguir entiendo el mundo afuera. Así es cómo nos formamos en bibliotecarios de nuestra propia personalidad.
La personalidad se adapta con los recursos que tiene, pero, ¿cuál será su fin o su objeto?
Tal parece que la personalidad le da un carácter de identidad única, una huella imborrable, una forma inalienable de ser y existir en el mundo físico y psíquico; le pone el "ser" al "humano".
No hay biblioteca igual, ni con los mismos libros, ni el mismo orden. Hay similares, y pueden compartir libros, pero son diferentes unas de otras. Así, mecanismos de defensa, cómo concebimos el mundo, cómo interpretamos las vicisitudes, la codificación de un duelo o las sensaciones placenteras, se resguardan como se vivieron para luego usarse en respuesta a la reflexión.
Hay libros que a lo largo de la vida usaremos más que otros. Algunos son prestados por periodos cortos hasta que hacemos el nuestro con lo que nos sirve y nos mueve.
Algunos entran y luego les agregaremos más páginas, o quizás saquemos segundas ediciones. A eso le llamamos aprehender o transformar el aprendizaje primario. Tiene este la misma estructura, pero mutado, mejorado; aunque a veces se rasgan y resultamos sacando un producto defectuoso por no plasmar lo que verdaderamente queremos y sí lo que fingimos.
Basta con saber que todos esos libros son escritos por nosotros desde experiencias ajenas e interpretados a nuestra forma de vivir. Unos se heredarán, y otros se tendrán que desechar por falta de uso. Sin embargo, en la bibliografía de la personalidad, nunca se borrará el registro de ingreso y solo quedará una síntesis de tal vivencia en el archivero.
No podría desecharse, ni botarse ningún libro porque se perdería el sentido de aprehender. Sería restarle sentido a la coherencia de escribir y leer. No podrías explicarte, ni explicar otros fenómenos que nos sucedan por el vacío del antecedente histórico. Es el primero el que desencadena la creación de los otros.
Vamos por la vida dejándonos atravesar por otros libros que nos obsequian. Nos cuestionan unos y nos exigen otros. Existirán críticos y admiradores de nuestras composiciones. Pero al final, sin darnos cuenta, estaremos regalando los nuestros directa e indirectamente. Es por eso que nunca se perderá el valor de cada escrito, ya que quedará la biblioteca vitalicia de existir, conectar y trascender como seres universales en el mundo de las ideas.
Si alguien desea verdadera y genuinamente conocerse existiendo, debe primero descubrirse en esas lecturas introspectivas y amar el ser su propio bibliotecario. Una biblioteca psíquica que recibe, canaliza y regala vida.